Muchas veces tendemos a estar pensando en algo que nos preocupa y lo que hacemos es dar vueltas al problema sin llegar a ningún punto positivo, la preocupación es una emoción que nos desgasta y paraliza.
La forma adecuada de pensar cuando tenemos un problema es centrar nuestro pensamiento en las soluciones al problema, en lugar de darle vueltas al problema que lo único que conseguimos es que nuestro malestar se vaya incrementando.
Para ello delante de un problema vamos a hacer lo siguiente:
1º Vamos a identificar y definir el problema de forma clara y operativa
Una vez hemos definido el problema de una forma clara nos tenemos que hacer la siguiente pregunta:
¿Qué puedo hacer para solucionar este problema?
A partir de aquí estamos centrando nuestro pensamiento en la solución del problema y no en el problema en sí que no nos lleva a ninguna parte.
2º Hacemos una lista con las posibles soluciones, puede ser cualquier idea que se nos ocurra y aunque parezca una tontería también la vamos a anotar en este listado.
Este ejercicio lo podemos hacer con nuestra pareja, o alguien que nos ayude a hacer un brainstorm o lluvia de ideas (ya que si en lugar de solo pensar, hablamos con alguien nos surgirán más ideas y más originales).
3º Una vez tenemos el listado hecho (contra más largo mejor), podemos evaluar cada alternativa y plantear lo siguiente:
¿Es eficaz? ¿Ayuda a resolver el problema?
¿Es posible hacerlo? ¿Dispongo de los medios necesarios?
Podemos escoger la solución o soluciones que mejor nos parezca o mejor nos convenzan para solucionar el problema, incluso puede ser una mezcla de varias ideas juntas.
4º Hay que llevar un plan para ponerlo a la práctica y pasar a la acción.
De esta forma lo que hacemos es actuar en lugar de lamentarnos.
Recordar, primero centramos el pensamiento en soluciones y una vez hemos encontrado la solución, pasamos a la acción y la llevamos a la práctica.
¿Pero que hacemos si la solucion no depende de nosotros?
Delante de un problema que nosotros no podemos hacer nada y que nos hace sentirnos mal, entonces la pregunta que nos debemos hacer es la siguiente:
¿Qué puedo hacer yo para sentirme mejor?
Y hacemos lo mismo que en el paso anterior, hacemos una lista de las posibles soluciones para conseguir sentirnos mejor delante del problema, luego valorar la que mejor nos vaya y pasar a la acción.
Por ejemplo imaginar que tenemos un jefe que es un déspota hablando a la gente, nosotros tal vez no podemos cambiar a nuestro jefe pero si que podemos adoptar actitudes diferentes para que no nos afecte la conducta de nuestro jefe, como por ejemplo pensar de él que esta enfermo y compadecernos de él, o cuando empiece a hablar mal que nos entre por un oido y salga por el otro, etc.
Lo que nos tiene que quedar muy claro es que ante cualquier problema siempre podemos hacer algo.
No nos sirve de nada quedarnos dando vueltas al problema sin llegar a ninguna parte, lamentándonos y sintiéndonos cada vez peor, esta forma de pensar de dar vueltas siempre a los problemas nos puede producir mucho malestar y un grado alto de ansiedad que puede incluso quitarnos el sueño por las noches.