Los desastres son desconcertantes para todas las personas que se ven afectadas, pero los niños corren un riesgo mayor de trauma. Los niños pierden de forma temporal su visión del mundo como un lugar seguro y predecible. Tienen miedo de que lo sucedido vuelva a ocurrir y de que ellos o su familia se lesionen o mueran. A la mayoría de los niños les resulta difícil entender el daño, las lesiones y las muertes que puedan surgir de un hecho inesperado o incontrolable.
El modo en que un padre o adulto reacciona ante un niño después de un acontecimiento traumático puede ayudar a que los niños se recuperen más rápido y de forma más completa.
Aunque para un adulto puede parecer exagerado, el miedo y la ansiedad de los niños son muy reales. Los niños tienen mi edo a lo desconocido. Tienen miedo a quedarse solos. Después de un desastre es posible que comiencen a actuar como si tuviesen menos edad de la que tienen. Pueden reaparecer comportamientos que antes eran comunes como mojar la cama, chuparse el dedo, apegarse a los padres o tenerle miedo a gente que no conocen. Es posible que los niños mayores que se mostraban independientes ahora deseen pasar más tiempo con la familia. Tal vez aparezcan problemas a la hora de ira a dormir: pueden tener pesadillas, no querer dormir solos, tener miedo a la oscuridad o a quedarse dormidos o a permanecer dormidos.
Algunos niños expresan su miedo mediante síntomas físicos como dolores de estómago de cabeza o sintiéndose “enfermos”. Todos los niños pueden tener problemas para pensar. Se pueden distraer con facilidad, sentirse confundidos y desorientados y tener dificultad para concentrarse. Estas pueden ser reacciones a olores, objetos o actividades asociadas al trauma. Es posible que el niño no sea consciente de las causas de estas reacciones o los cambios de comportamiento. La ansiedad y el miedo de los niños son reales.
Los niños de distintas edades reaccionan de forma distinta ante una situación traumática:
Del nacimiento a los 2 años: Al no poder hablar, los niños no pueden describir lo sucedido o sus sentimientos. Pueden recordar determinadas imágenes, sonidos u olores. Cuando crecen, estos recuerdos pueden surgir cuando están jugando. Es posible que los bebés se irriten con más facilidad, lloren con más frecuencia y necesiten ser alzados y abrazados más seguido. Responderán a la atención que les ofrece un adulto.
Preescolar y jardín de infancia: Ante un acontecimiento abrumador, los niños muy pequeños pueden sentirse indefensos, impotentes e incapaces de protegerse a sí mismos. Cuando la seguridad del mundo en que viven se ve amenazada, se sienten inseguros y tienen miedo. Los niños de esta edad no pueden entender el concepto de una pérdida permanente. Creen que las consecuencias se pueden revertir. El abandono es el miedo más grande de la infancia, por lo tanto, es necesario asegurar a los niños que se les cuidará y no se les abandonará.
Edad escolar (7 a 11 años): Los niños de esta edad son capaces de entender el efecto permanente de una perdida debida a un acontecimiento traumático. Se pueden preocupar por los detalles del desastre y pueden querer hablar sobre éste continuamente. Es posible que se puedan concentrar en sus estudios y que sus notas bajen. Dado que son más maduros, su entendimiento del desastre es más completo. Esto puede resultar en una amplia gama de reacciones: culpa, sentimientos de fracaso y enojo. También pueden volver a repetir comportamientos de una edad más temprana. Al igual que los niños pequeños, pueden surgir problemas para dormir. La ansiedad y el miedo que sienten puede expresarse en un aumento en las quejas de dolores físicos.
Pre-adolescentes y adolescentes (12 a 18 años): Dentro de estas edades, los niños tienen una gran necesidad de demostrar a todo el mundo, y en particular a su familia y amigos, que tienen conocimientos y experiencia. Cuando pasan por una experiencia traumática, necesitan sentir que sus compañeros comparten sus ansiedades y miedos y que estos sentimientos son apropiados. Dado que han sobrevivido el desastre es posible que se sientan inmortales. Esto puede llevar a que practiquen comportamientos imprudentes y hagan cosas peligrosas. Las reacciones de este grupo son una mezcla de reacciones del grupo de edad anterior y las reacciones de los adultos. La adolescencia es un periodo en el que los niños se vuelvan hacia el exterior para entrar al mundo. Sin embargo, una experiencia traumática puede dar la sensación de que el mundo no es seguro. Los adolescentes también pueden volver a comportamientos de una edad más temprana. Pueden sentirse abrumados por reacciones intensas y ser incapaces de hablar sobre ellas con la familia.
CUANDO ES NECESARIO ACUDIR A UN PROFESIONAL:
Los niños son increíblemente flexibles, pero pueden verse profundamente afectados por un trauma o una pérdida. A veces un consejero puede ayudar a un niños a brindarle un lugar seguro para hablar sobre lo que pasó y sobre sus sentimientos. La ayuda de un profesional es buena idea si el niños muestra alguno de estos cambios por más de tres meses del desastre:
- Problemas en la escuela con el comportamiento o los estudios.
- Explosiones de enojo.
- Aislamiento de las actividades sociales normales o del juego con otros niños.
- Pesadillas o problemas con el sueño frecuentes.
- Problemas físicos como náuseas, dolores de cabeza, pérdida o aumento de peso.
- Ansiedad intensa o comportamiento evasivo causado por recuerdos de lo que pasó.
- Depresión o una sensación de no tener esperanzas sobre la vida o el futuro.
- Problemas con el uso de alcohol o las drogas.
- Práctica de comportamientos peligrosos.
- Preocupación continua sobre lo que ocurrió hasta que se convierte en el centro principal de su vida.
EMDR PARA LOS TRAUMAS EN LA INFANCIA:
En el trabajo con EMDR se integra varias modalidades terapéuticas incluyendo terapia del juego, terapia cognitivo conductual, terapia familiar, etc. Esta variedad facilita que los niños y adolescentes sean muy receptivos al trabajo con EMDR ya que les ofrece diversas actividades que les ayudan a involucrarse con el trabajo que se realiza. La estimulación bilateral permite que el niño o adolescente procese cierta información que no ha sido asimilada correctamente. La estimulación bilateral podría además estar promoviendo un estado de relajación, lo cual es muy importante para ayudar al niño y adolescente a manejar mejor su proceso de recuperación y autocontrol durante y después de la terapia.
¿CÓMO ES UNA SESION CON EMDR?
La terapia comienza cuando el terapeuta informa sobre lo que es EMDR y se empieza a identificar lo que se quiere resolver. El niño o adolescente es guiado a usar su imaginación y pensar en un lugar imaginario o real en donde se sienta relajado, libre y seguro. Pensar en estas imágenes, y las sensaciones agradables que provocan, se combina con movimiento ocular u otro tipo de estimulación bilateral que se haya acordado. Esta experiencia placentera ayudará al niño o adolescente a sentirse seguro y optimista durante las sesiones y después de estas.
Después de esto, se procesan los problemas que han sido identificados previamente para lo cual se usa estimulación bilateral.
Dependiendo de la edad del niño o adolescente, una vez que el proceso termina, éste usualmente indica que su problema ya no le afecta más y que se siente bien, los síntomas anexos también desaparecen.
¿PODRÁ ESTA TERAPIA AYUDAR A MI HIJO?
Varios estudios acreditan a la terapia EMDR como efectiva y segura con niños/as y adolescentes, desde edad pre-verbal hasta adolescentes.
Terapeutas EMDR han reportado haberla usada con niños, niñas y adolescentes que sufren problemas de conducta, ansiedad, pesadillas constantes, fobias, insomnio, problemas de continencia, trauma, duelo, ansiedad, adicciones, etc.